miércoles, 12 de febrero de 2014

Febrero 12

Mi prima favorita se llama Viviana. Y la quiero mucho, no porque sea mi prima sino porque es mi amiga. La conozco desde que nació, y siempre me senti un poco identificado con ella porque siempre parecía tener un libro delante de la nariz. Más o menos como yo, con la diferencia significativa de que de vez cuando yo decidía jugar con la otra gente, ella no tanto. Pero en el fondo la entendía, nuestra familia es chevere, casi todo el mundo disfruta de un buen libro y somos gente que en general aprecia la cultura; pero somos ruidosos, somos bruscos, burlones y bastante prejuiciosos.

Yo no creo que crecer para ella haya sido facil. Para mi tampoco lo fue, pero si la vida me ha enseñado algo es que soy como las cucarachas, sobrevivo. La cosa es que cuando ella llegó a Bogotá decidí ponerme en la tarea de visitarla, quería acercarme a ella porque siempre había sido alguien especial para mí, aunque la conociera poco.

Fui a su casa, y la llevé a unicentro. Fui el chico chocante y encantador que soy cada vez que me da la gana, y no recuerdo si la hice reirse o no; pero nos volvimos a ver varias veces. Empezamos a hablar por messenger, la conocí y ella me conoció.  Nos hicimos amigos, más alla de los lazos familiares empezó a unirnos un cariño sincero y una amistad profunda. Ella dice que yo no soy su primo favorito, y le creo, pero ella sí es mi prima favorita.

Ella entiende mi humor de una forma que pocos lo hacen; sabe sobre todos mis enamoramientos pasajeros y ha calculado el tiempo que suelen durar (90 días máximo); compartimos libros y fascinaciones con ellos; compartimos chistes internos sobre cosas que otra gente no entiende; ella es la encargada de repartir mis bienes si muero en los proximos años; es una de las personas con las que puedo ser más honesto porque ha visto lo peor de mi y aún así me quiere. En algún momento pensé muchas veces en que de no haber sido familia hubieramos sido una linda pareja, no lo sé, por lo menos hubieramos sido muy buenos amigos.

Y hoy quiero decir, aunque ella no me lea, que no sé quien organiza las familias en el más alla, ni si es todo culpa del azar, pero me siento feliz de ser familia de ella. De estar obligado a conocerla, de saber que cuando regrese a Cartagena, ella podría aparecer en mi casa y eliminar por completo el tiempo que ha pasado desde la última vez que nos vimos y envolvernos en una conversación maravillosa,

martes, 11 de febrero de 2014

Febrero 11

Ahora todo el mundo anda haciendo maestrías, y me siento un poco triste de no hacer parte de esa moda. Me gusta mi trabajo, y siento que podría hacerlo por varios años, pero también quiero investigar y siento que tener que trabajar juega en contra mia en ese sentido.

Si trabajo todo el día no tengo tiempo para plantear una investigación real, o conocer a investigadores con los que aliarme. Así que no me aceptan en las maestrías que me interesan porque no he investigado, pero eso significa que me cierran la puerta a la que toco para hacerlo.

Y no digo todo esto con rabia, sólo con un poco de dolor. Hoy tomé una decisión, es muy sencilla. Durante los proximos años ( dos o tres) voy a dedicarme a trabajar, a aprender más sobre lo que me interesa estudiar y a ahorrar. Cuando por fin reuna la cantidad que calculo necesitaré, me iré a hacer la maestría con la que he soñado todo un año. Alla buscaré trabajo, ya sea en la misma universidad o en una agencia de publicidad, en una editorial o donde sea. Pero lo primero es estudiar, luego ya veremos cómo me las arreglo.

lunes, 10 de febrero de 2014

10 de febrero.

Escribir palabras bonitas es muy facil, lo digo yo. Sentirlas es otra cosa; saber que las digo porque intento dar orden al desastre universal, que es mi mundo interno,  le da un valor distinto a las palabras.  El hecho es además, que no siempre fluyen con facilidad, muchas veces he conocido a alguien que podría interesarme e intento decirles algo inspirado, lindo, algo que la haga sentir como si una nube de repente se le hubiera metido en el pecho.

Hay personas con las que me fluyen las palabras escritas, y hay personas con las que me fluye la palabra hablada. Por ambos tipos de personas soy querido, de maneras distintas además. Y es que sería completamente injusto que a dos esfuerzos distintos se correspondiera con el mismo cariño. Me gusta más hablar, tener a la persona al frente, poder mirarla a los ojos y pensar en cuanto me gustaría abrazarla. Pienso en alguien en especifico, pero ni ella ni yo somos de ese tipo de personas, así que siempre me quedo con las ganas.

Y sigo pensando en ella y en como está sembrada en un rincon de mi corazón. En cómo quiero verla madurar y convertirse en una mujer aún más maravillosa de lo que ya es. Y en que inevitablemente habrá de enamorarse de alguien algún día, y me va a romper el corazón y estaré feliz por ella de una manera sincera.

Y pienso también que habré de enamorarme algún día, y en que  tendre que decir a mi amada sobre ella, y esperar que entienda lo que yo mismo no comprendo. Porque cómo ocultarlo, o para qué, si su existencia me alegra la vida.



domingo, 9 de febrero de 2014

Febrero 9

Hace un mes, hubo un evento en el Teatro Adolfo Mejía. Tocaba un grupo de gitanos que mezclaban la cumbia colombiana con el flamenco. Ese día invité a alguien a ir, de verdad quería verla, pero ella no pudo ir. Y me dieron ganas de no ir yo tampoco. Pero fuí y una amiga me reconoció y llamó. Ella estaba con su hermana y una prima, y por alguna razón que no entiendo, enloquecí.

O bueno, si lo entiendo. Cuando dos personas que están un poco tocadas (locas) se encuentran a poca distancia entre sí, suelen potenciar sus locuras personales y actuar de maneras extrañas. Y eso ocurrió esa noche, la prima estaba loca, mucho y por un par de horas me liberé, me reí, me di la oportunidad de ser un yo que no siempre puedo ser.

Y hemos seguido hablando, pero ella me asusta. Me dice cosas que me ponen nervioso, que me halagan inmensamente, que me conmueven y me hacen sentir feliz de todavía poder afectar tanto a otra persona, pero me ponen nervioso porque si tengo razón, si ella me está viendo como sospecho que lo hace, entonces no sé... He estado del otro lado a menudo, pero llevo mucho tiempo sin estar de éste.



viernes, 7 de febrero de 2014

Febrero 7

Paso todo el día escribiendo y cuando llego a mi casa, y me siento delante del computador para escribir una nueva entrada en este blog, me doy cuenta de que podría escribir aún más. Llevo nosécuantos años escribiendo, pensando como escritor, soñando como escritor, viviendo con la certeza de que todo lo que vea, sienta, piense o sufra, va a terminar invariablemente en una hoja de papel, virtual o real.

Pero a veces llego a una casa que ya no es la mia, aunque allí se mantenga un cuarto que me perteneció en el que se arruman mis cosas. Entonces no escribo, leo y pienso.

Ayer en mi vuelo, cada una de los pasajeros tenía al frente una pequeña pantalla en la que se repetía incesantemente un video. El resto del mundo parecía tranquilo, feliz. Contento con tener una imagen en movimiento y sonidos para distraer los sentidos de sus pensamientos. Recorri el pasillo con la mirada y ver todas las pantallas activadas al tiempo con las mismas imágenes, me estremeció. Sentí ansiedad y miedo. Me dieron ganas de vomitar.

Ayer no quería llegar a la casa en que me estoy quedando y prender mi computador. Quería estar lejos de las pantallas luminosas. Quería esperar hasta volver a sentir mi pantalla como mi oasis, y no como la replicación de todas las demás. Quiero volver a creer, por un par de días al menos, que puedo escoger lo que veo, que no soy una oveja más en el rebaño pantallavidente.

jueves, 6 de febrero de 2014

Febrero 6

Los jueves son morados. Esa es una de las pocas certezas que mantengo. Y el morado es uno de mis colores favoritos, a veces el segundo y a veces el primero.  Los miercoles suelen ser un día de leer, leer comic, leer novelas, leer gente, leer el vuelo de los pajaros. Son días pasivos en los que dejo que el mundo me impregne, y me los gozo profundamente.

Pero los jueves son explosivos. Se ven muy recatados al inicio, pero en la tarde aceleran, se salen en las curvas y dejan hecho un desastre en la cocina. Los jueves en la noche son como aglomeraciones de personas encueras, se siente el caos palpitante, hay señas de deseo, los violines chirrian y las arañas escapan por las ventanas.

Los jueves son mi día favorito. Tras un día largo de trabajo llego a mi casa para encontrar en facebook un sencillo mensaje que sé es sobre mí, y que me hace profundamente feliz, no por quien lo escribe sino porque me hace sentir querido, y porque soy extremadamente egolatra y saber que otra perosna piensa en mí,  siempre me alegra el día.

miércoles, 5 de febrero de 2014

Febrero 5

Siempre que dejaba que ellas se fueran sin decirles una sola palabra,  guardaba dentro suyo la esperanza de que volverían a encontrarse, y esa sería la prueba final de que estaban destinados a estar juntos. De que no solo se había sentido atraido, la había reconocido.

Sería como si hubieramos gravitado toda la vida hacia nuestro encuentro. Es quizas la noción más romantica y bizarra que jamás me haya pasado por la cabeza. Y cuando ocurrió, cuando de hecho me encontré con una de ellas, perdí la cabeza. Claro que ya ese día había empezado siendo un poco loco. 

Se había levantado en la madrugada emocionado y había lavado cuidadosamente cada centimetro de su cuerpo, sentado en el agua fría que salía de la regadera.  Luego se miro largamente al espejo y  al reconocerse dijo: Hoy no soy yo, soy Felipe Ruiz, excelentisimo y magnanimo conde de Veracruz.

De Veracruz... En serio.  Estaba a punto de ingresar a un grupo de teatro, y quizás fue un juego que me propuse para calentar o algo. Pero sí, en la tarde me presenté como el magnifico, excelentisimo y magnánimo conde de Veracruz. Delante de todo el mundo. Además estaba elegante. Mientras los otros usaban sudaderas y camisetas apretadas, yo lucía un hermoso pantalon de alguna tela fina y una camisa de lino, manga larga, que hacía juego. Era un Conde, no podía rebajarme a usar ropa común.

Entonces apareció ella. Era su primer día también. Ascendió por la misma calle por la que la había visto pasar unos días antes, y tenia en sus ojos la misma mirada decidida. Le sonrió con sus labios delgados, que a él se le antojaron hermosos, y dijo: Hola, estás solo? podemos hacernos juntos.

Así fue, en serio. Yo preocupado por tener que hacer solo los ejercicios de parejas ( o peor aún, con el director/tutor) y ella aparece mágicamente para decirme que los hagamos juntos. No necesité más nada para sentirme convencido, por los siguientes dos años, de que ella era la mujer de mi vida. Y si hubiese tenido alguna duda, esa misma noche las boté todas a la caneca y jamás volví para recogerlas.

martes, 4 de febrero de 2014

Febrero 4

No tengo que decir que decidí tomarme una semana de vacaciones. Pero no es que haya renunciado a escribir en este blog, o que piense que no vale la pena hacer el ejercicio sino que me sentía agotado, necesitaba retomar mis fuerzas y pensar (soñar, desear, imaginar, fantasear) cosas que no fuera a compartir aca.

El sábado fue mi dia de hacer vueltas. Llevé ropa a lavar en seco, compré medias, pagué mi celular, compré comida, un par de regalos para gente de cartagena y fui al banco a pagar mi tarjeta de credito. Como las otras cosas las podía hacer prácticamente en cualquier parte, mi interés principal era ubicar un banco cerca de mi casa que tuviera horario adicional.

Había uno, por alla en la calle 58 con 13. Juro que en el momento la dirección no me dijo nada, eran dos calles cualquiera en cuya intersección estaba un banco abierto. Fue cuando iba en el bus que me vino todo a la memoria, a un par de cuadras de distancia del banco estaba un bar.  Es un bar de rock en el que pasé algunas de las mejores noches de mi vida, un lugar sin pretenciones, cómodo, íntimo, con buena música rock y, si mal no recuerdo, no muy costoso. A eso de una cuadra del bar hay una calle en la que un par de veces compré cigarros de esos que dan risa.  Y a dos cuadras más, tras atravesar un parque, vivia Anastasia.

Lo que digo no es que haya extrañado a Anastasia. No, no fue eso. Fue más como que me sentí ante las ruinas de una vida que solía llevar.  Vi la colina que llevaba a su casa y que tantas veces subí lleno de deseos de verla, de abrazarla, de acostarme a su lado y ser feliz, con la felicidad sencilla  de saberse querido por quien uno quiere. Vi el bar en el que pasamos largas noches abrazados, susurrandonos al oido que nos queríamos y que la vida era un poco más dulce cuando no estabamos lejos. La puerta en la que me abrazó un día, con una fuerza profetica, y me dijo que yo la iba a abandonar pero que ella me perdonaba, que esa era mi naturaleza y nada se podía hacer. La tienda de disfraces desde la que la llamé un halloween sólo para que me dijera que no quería verme, que su mamá estaba de visita y tenía que aparentar normalidad.

Y digo, vi todas estos lugares mientras caminaba para el banco. Tres, cuatro, calles en las que se resumen meses enteros de mi vida, inmensas eternidades de cariño que se desvanecieron, dolores, amores, errores. Cuatro calles que son lo único que queda en pie de un Raúl que fuí. Y las miré con ojos de arqueologo, confirmando mis recuerdos: fue en esta calle, fue frente a esta vitrina, era en esta tienda, en ese segundo piso.

Y no me dolió encontrarme con los recuerdos de aquello que ya no existe. Si acaso guardé un minuto de silencio y solemnidad por ese Raúl que fuí y que ha muerto.