viernes, 6 de febrero de 2015

37. ¿Cómo sabes que no te gusta si no lo has probado?

Yo tengo una relación complicada con los lacteos. Ciertos quesos me enloquecen, me gusta el helado y creo que la leche sola sabe bastante rico; pero, al tiempo, detesto casi todos los demás productos lacteos, particulamente el suero. Tampoco siento ningun cariño por el mote de queso.

Crecer en la costa y no comer suero, lo obliga a uno a superar periodicamente una serie de interrogatorios de parte de la gente que no puede entender cómo se puede vivir sin comer suero a diario en cantidades industriales. Siempre me preguntan si he comido suero, y yo les respondo que, desde muy niño, el solo olor del suero me repugna. Entonces me dicen que lo que pasa es que nunca he comido suero del bueno, que cuando lo pruebe no querré dejar de comerlo.

Algo similar ocurre cuando me ofrecen mote de queso y digo que no lo como. Me dicen que es que la gente no sabe hacerlo, que si como el que me estan ofreciendo quedaré enamorado para siempre del mote porque no hay cosa más deliciosa sobre la faz de la tierra( con la obvia excepción del buen suero).

A lo que quiero llegar es a que la gente cree que porque algo es normal, interesante o sabroso para ellos también debe serlo para todo el mundo. Yo pienso que estoy muy abierto a las nuevas experiencias pero hay cosas que simple y llanamente no me interesa probar.

Hoy, viernes, fuí a una reunion de cumpleaños en la que me ofrecieron mote de queso. En vista de que estaba en casa ajena y que no quería hacerle un desplante a la anfitriona, hice de tripas corazón  y me apresté a tomarmelo. Lo olí y no olía a mote, tampoco tenía su color característico. Lo que sí tenía era un par de bloques de queso flotando que parecían más mozarella que queso costeño. Con los ojos cerrados probé la primera cucharada. No sabía rico pero no me disgustaba, sabía a ñame. Me tomé todo el plato y felicité a la cocinera. Cuando salímos le dije a mi amigo, que me había invitado: -No sabía a mote, ¿cierto?-. Me respondió que no, que no sabía para nada a mote. Me sentí feliz,

¿Por qué feliz? Porque ahora puedo decir que he probado el mote y que no me gusta. Pero también  puedo afirmar que jamás he comido mote porque por su olor puedo reconocer que no me va a gustar. Ahora tengo lo mejor de dos mundos: la experiencia y el prejuicio.

Mi punto, finalmente, es que hay cosas que uno sabe que no quiere comer, vivir, probar; aunque le guste a medio mundo, aunque el 99% de las personas sientan que vivir, probar, comer esas cosas es lo normal.  Uno tiene el derecho a decir no y a vivir la vida con las ausencias que uno mismo ha sabido elegir. Hay, en mis palabras, algo más profundo que defender mi disgusto por el suero, es sólo que es algo que todavía estoy pensando y que no sé si esté listo para compartir.

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