domingo, 1 de febrero de 2015

32. De política y literatura

Hace una semana exacta encontré un libro que no sabía que estaba buscando: Cuentos Escogidos de Maximo Gorki. La edición es de Editorial Progreso de Moscú, que es una editorial cuya misión principal desde su fundación en 1931 hasta 1991 consistió en publicar, en 51 lenguas diferentes, libros sovieticos cuya lectura aportara la difusión de la moral y las ideas marxista-leninistas. En el prologo a los cuentos, se hace especial énfasis en el crecimiento político del autor y en su literatura como una herramienta para criticar el capitalismo, la burguesía y los crímenes del viejo mundo. La selección de cuentos, en consecuencia, responde más a la congruencia de estos con respecto a la doctrina que a su calidad literaria.

De esta pretensión de convertir la literatura, el arte en general, en un arma política, habló Cortazar en su primera clase. Para él era muy claro que una cosa era reconocer en las obras literarias elementos, temas e ideas fruto del contexto político-social en que son concebidas y otra cosa era producir, ya de manera directa, arte comprometido. El escritor es un ser sensible al mundo, y era inevitable que los escritores latinoamericanos que se encontraron viviendo y produciendo durante las dictaduras militares, las revoluciones latinoamericanas, la guerra fría y el mayo del 68, tomaran partido. Por eso Cortazar reconoce una etapa histórica en su escritura y Vargas Llosa escribe La fiesta del chivo.

Hacer literatura pensando en que toda palabra debe cumplir con un requisito proselitista es limitar las posibilidades literarias de la obra. Se encuentra tan contextualizada, en engastada en su tiempo, que no tiene sentido en ningún otro momento histórico. Quizás esto suene exagerado pero es cierto, pensemos en que tan legibles resultan las caricaturas políticas de hace un año, cinco años, diez años, veinte años, y veremos que mientras más nos alejemos del presente encontraremos menos elementos reconocibles, hasta que lleguemos a nuestra infancia y descubramos que somos efectivamente analfabetos porque ni los simbolos ni las frases nos resultan más que vagamente reconocibles.

Pero ¿no puede tener, entonces, la literatura un significado político? Sí, sí puede. Historia de Dos ciudades, de Charles Dickens, es una critica de la revolución francesa; Farenheit 451, de Ray Bradbury trata de la censura; Rebelión en la granja, de Orson Welles, nos muestra los peligros del poder y la corrupción. Cada uno de los libros mencionados nació en un contexto socio-político especifico pero todavía pueden ser leídos, entendidos y disfrutados porque la buena literatura no trata de comunistas, capitalista, masoquistas, asesinos ni caníbales sino sobre la, tan trillada, condición humana, y ésta es atemporal. Así, para mí, sigue teniendo sentido leer a Gorki hoy en día, aunque cuando la unión soviética haya fracasado y su prologo ahora lo encuentre folletinesco e irrelevante.

No hay comentarios: