viernes, 10 de enero de 2014

Enero 10

Ayer vi una pelicula con mi madre y le hice una pregunta que hace mucho tiempo me he estado haciendo, si fuí un niño manipulador. Sé que fuí mentiroso, que falsifiqué las firmas de mis acudientes en varias ocasiones, que mordí, pateé, peleé, fingí ser ciego y hasta inventé problemas en mi casa para evitar problemas, fuí una mierdita de niño y cambié bastante poco en mi adolescencia. Hace unos cuatro años inventé una historia sobre cómo mi mejor amiga se había suicidado, hacía un par de semanas, para explicar mi ausencia en un parcial ( y en las clases como de tres semanas) y tener la oportunidad de pasar la materia. Dije que me había deprimido, que mi padre era depresivo también y que había estado allí con ella cuando sucedió todo, que me sentía culpable.

La mujer se lo creyó todo, había escrito la historia un par de años antes, y había preparado lo que le iba a decir a ella. Su hermana también sufría de depresión así que sabía que era una situación que podía entender. Lo mejor de todo es que durante el siguiente año estuvo muy interesada en mi bienestar, preguntó a los profesores y hasta me colaboró con un par de situaciones complicadas y notas negativas.

Mi madre me dijo que no, pero luego, como pensandolo mejor, añadió: Claro que, cuando tenías unos dos años, a veces aguantabas la respiración hasta ponerte morado, o te tirabas al piso como si estuvieras privado, y cómo tenías tu problema en los pulmones, siempre nos preocupaba y te prestabamos atención. Supongo que era eso lo que quería, atención ( que es todo lo que usualmente deseo).

Tambien es cierto, sin embargo, que durante la adolescencia desarrollé una conciencia. Que actualmente cuando miento, exagero, reutilizo historias, o hago creer a alguien que siento cosas que realmente no siento,  me siento culpable; que hoy soy una mejor persona. Tal vez es por eso que a veces cuando escribo algo especial para alguien le digo: "Y lo escribí para tí, y no se lo mandé a nadie más, ni se lo voy a mandar"; siento la necesidad imperiosa de tener credibilidad, de ser confiable, pero no por convencer a la gente de que lo soy, sino porque serlo en verdad. Y creo que ese es el punto al final, reconocer (aceptar(?)) que esta nueva forma de ser no es una manera nueva de manipular a quienes me conocen, sino un nuevo yo que llevo años construyendo.

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