lunes, 20 de enero de 2014

Enero 20

No me caracterizo por ser un sujeto musical, no realmente. Quiero decir, me gustan las canciones y amo la manera en que los humanos podemos hacer de la voz un instrumento (razón por la que siento un gran cariño por los coros, los cantos gregorianos y los cantantes; cariño que por otra parte sólo siento por otro instrumento, el violín), pero la música no es más que un acompañamiento para mí. Puedo pasar semanas sin escuchar música, ni sentir deseos locos de cantar, ni de bailar, ni de tamborilear en la mesa; no suelo tener canciones en mi celular porque nunca he sentido la urgencia de guardarlas allí; cuando la gente dice que la música es su vida, que no podrían vivir sin ella, los entiendo pero no comparto su emoción.  No soy un sujeto músical, no realmente, pero siento ante la buena música la misma especie de reverencia que experimento, a veces, en las iglesias, reconozco en ella algo innombrable e inasible que me conmueve. Algo Divino (con D) si se quiere.

 La música para mí es un lenguaje que ignoro, y cuyo desconocimiento me pesa. Yo no me considero una persona culta de ninguna manera, la sensación que suele acompañarme es más bien la de que soy bastante ignorante; conozco personas que saben muchas cosas que yo ignoro y envidio su conocimiento cada vez que hablamos. A veces, por ejemplo, encuentro comentarios inteligentes,  acertados y divertidos sobre futbol en los muros de una de mis amigas, y me gustaría saber tanto como ella del deporte para contestarle de una manera que no demerite su publicación; lo mismo me pasa con la arquitectura, las letras, la música, el cine, la pintura, la poesía, la danza y la cocina ( y con muchas cosas más que no recuerdo).


He aceptado la idea de que no es posible saberlo todo sobre todo, que lo mejor es elegir algo y enamorarse de eso. Aprenderlo todo al respecto, volverse un poco loco. Quizás hasta dos cosas o tres o cuatro; en el plano intelectual, la poligamia está bien vista. La cosa es que quiero amar a la música y no sé cómo, no quiero renunciar a saber de ella, pero cómo empezar, por dónde, como le digo que es maravillosa, que quiero que conozca a mi madre, que me gusta y que quisiera pensar en ella todo el tiempo pero no lo hago porque hay otras cosas en mi mente. Que siento que sin ella mi vida probablemente se quedaría incompleta, que la poesia, la danza, el cine, los atardeceres y las ascensores no existirían sin ella. No sé como decir que quiero sentir que es el centro de mi vida, aunque no lo sea actualmente, aunque no sé si pueda serlo algún día.

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