miércoles, 22 de enero de 2014

Enero 21

Hace años me encontré con una anciana en la calle. Se acercó a mí con su cabeza ligeramente torcida, y me rodeó sin quitarme los ojos de encima. Ten mucho cuidado con las agujas y las cosas azules, me dijo. Me reí, había crecido con los cuentos de hadas y había aprendido muy bien que las dos cosas más espantosas y peligrosas que existen eran las ruecas (que tienen agujas) y los principes ( cuya piel, falta de sol, transparenta las azules venas de su rostro). Evidentemente no me decía nada nuevo.

Te quedarás solteron si te vas ahora
, me dijo cuando notó que empezaba a alejarme. Le dije que de todas formas eso era bastante probable en todo caso, pero me quedé. Yo puedo decirte las  tres claves necesarias para que reconozcas a las mujeres de tu vida, y tras mantener el silencio y la seriedad, concluyo sonriendo: y todo por un modico precio.  Me sonreí con sorna, es una vieja historia esa de vender secretos mágicos por módicos precios, es todo una gran estafa, un gran truco, una manera de burlarse de personas inocentes que sienten la imperiosa necesidad de no quedarse solo...

Y cuando dices módico, ¿estamos hablando de cuánto exactamente?
. Con una seña simple, la anciana me indicó su precio. Para entonces tenía algo de dinero pues me habían pagado por un trabajo que me debían,  aún así no me alcanzaba para cubrir el total. Pensé en pedirle una rebaja, pero con esas cosas no se juegan, yo no quería reconocer a las mujeres que casí iban a ser trascendentales en mi vida, a la quinta o centesima mejor opcion para enamorarme; quería reconocer a la mejor, a la número uno,  a la más precisa e indicada, a la que haría que mi vida diera vueltas y que mi alma volara. Uno no puede correr riesgos con eso, así que le propuse algo. Le dije que podía pagarle un tercio de lo que me pedía, y que estaba dispuesto a contentarme (por ese mes) con la primera clave, y que el proximo mes le compraría la segunda, y finalmente, arreglaríamos un pago final por la tercera. Era algo asi como comprar la felicidad a plazos, y teniendo en cuenta todo lo que estaba en juego, salía hasta barata.

Le dí el dinero y ella susurró la primera clave a mi oído. No tenía sentido, pero ella me explicó que tenía sentido si se conocian los otros dos. Y que la segunda clave explicaba en parte la tercera, pero que por sí solas ninguna de las dos tenía mucho sentido, que la fundamental era la tercera, y que le había parecido sabio dejar esa para el final para asegurarse el pago total. Qué podía decirle, yo habría hecho lo mismo.

La cosa es que el mes siguiente asistí al lugar en que la había encontrado, y no la ví. Tampoco nos cruzamos al día siguiente, ni en toda la semana. Se me ocurrió que debería haberle pedido el celular, que nunca acordamos donde encontrarnos, y que ni siquiera sabía como se llamaba. Desde esntonces me hice una promesa que he cumplido hasta el día de hoy, no volver creer en ancianas  que vendan claves o secretos para obtener la felicidad (a menos que acepten tarjeta de crédito).

Desde entonces, ando por el mundo buscando a una anciana que posee las claves que necesito para no quedarme solterón, e intentando identificar a la mujer de mi vida con la pequeña  y confusa clave que poseo: Los felinos moteados despiertan temprano para no perder una sola flecha. Si hoy les cuento esto es para pedirles, implorarles incluso, su ayuda. Cuentenme lo que piensan, lo que sea que se les ocurra, sus ideas pueden marcar la diferencia para un escritor que no quiere envejecer solo.

1 comentario:

Sirene dijo...

¿A quién llamas anciana, a ver? y esa no es la frase, era algo como: Fijate en que tenga un conejo en la cabeza y no más de dos jaguares en entre el corazón y los riñones. Lo que para mí tiene mucho sentido.