Cuando tenia 7 años mis padres se separaron por un mes, más o menos.
Cuando tenía ocho, me enviaron a pasar un mes con familiares en otra
ciudad mientras resolvian cosas. Cuando tenía nueve se volvieron a
separar, y en esta ocasión les tomó un par de años volver a estar
juntos. Desde entonces, creo, no han vuelto a separarse pero han tenido
problemas por terceros en discordia. El problema ha sido siempre el
mismo, infidelidad, y no sé en que momento decidí que era su problema y
no el mio. Es su problema si mi papá no puede cambiar y mi mamá es
incapaz de dejarlo. Es su problema si mi papá es un poco dominante y mi
mamá tiende a ser pasiva. Es su problema.
Hoy ocurrió
algo de lo que no creo que sea necesario hablar, una confusión pendeja
entre números, una serie de mensajes estremecedores y una especie de
conmoción familiar que mi madre manejó con mucha calma, aplomo e
historias creibles. Pienso que no le creo a ella, y pienso que no fue
una confusión; pero sobre todo pienso que me he vuelto inmune a esas
cosas. Pasó lo que pasó y cuando tuve que reaccionar pensé que no tenía
nada que decir ni sentir.
No, no me molesta si mis
padres se separan o se divorcian. Yo tengo mi vida propia y no voy a
sufrir una crisis emocional si lo hacen. Lo qué sí me preocupa es mi
comodidad, puede que sea invulnerable a sus problemas, pero me
incomodan. Si se separaran tendría que visitarlos a ambos, llamarlos a
ambos, lidiar con ambos por separado. Incluso si no lo hacen, sus
problemas tornan el ambiente de la casa tenso y quizás deba partir antes
de lo planeado.
En todo caso, así empieza este año, con conmoción familiar y regreso al blog que me hizo más feliz durante el 2014.
No hay comentarios:
Publicar un comentario