jueves, 22 de enero de 2015

22. Laberintos

No sé. Hoy me ocurrió algo extraño, algo que extrañaba. Ignoro si el que lo extrañara es razón suficiente para llamar extraño a algo, pero me gustaría pensar que sí.

Lo que me gusta de conocer gente nueva es que me olvido por un rato de las tradiciones que, con la gente que me conoce de otras épocas, debo mantener. Entonces si se quieren despedir con un beso no tengo porque alejarme y reirme, puedo sonreir sorprendido y dejarme besar.

Siempre he sido el tipo de persona que sabe cómo llamar la atención de la gente, pero en Cartagena no hay mucho que hacer. Entonces uno aca, en Bogotá, conoce gente y es casi seguro que apareceran planes por sí solos: un concierto, una exposición, un lanzamiento, una conferencia, un viaje en bus, un paseo a las afueras, un cafe para el frio, un bar rock que aparece de la nada y toca una canción clasica que todos conocemos pero cuyo titulo no recordamos.

Creo que lo realmente extraño es que yo me muevo por las relaciones sociales como si fueran un laberinto. A menudo no tengo ni idea de si estoy tomando o no la decisión correcta, si acabo de decir una barrabasada o algo genial, si acabo de dañarlo todo o de decir algo que me hace ganar puntos. Nunca sé qué carambas estoy haciendo, carezco de toda perspectiva y, sin embargo, no suele irme nada mal para ser un insensato.

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