domingo, 4 de enero de 2015

4. Compañia

Mi familia es bastante unida entre sí, con mi excepción. Yo los quiero y ellos me quieren, pero cuando estoy con ellos nunca termino de sentirme cómodo. No es que tengamos costumbre extremadamente distintas, ni que nuestras creencias difieran profundamente, ni que yo sea una persona extremadamente antípatica. El problema es sencillamente que no tengo nada de que hablar con ellos.

Cuando nos reunimos se arman los mismos grupos de siempre, en general yo roto entre ellos, sobre todo escuchando. De vez en cuando digo algo, casi nunca recibo respuesta, y luego me voy a otra parte. Al final de la noche ( o la tarde) suelo terminar en algún rincón solo pensando en todo lo que quiero que pase en el futuro, y a veces reflexionando sobre cómo se sentiría no estar solo.

Desde que empecé a estudiar en Bogotá, hace unos 10 años, siempre tuve esta fantasia de llevar a alguien a mi casa, una novia o algo así,  alguien a quien hablarle de mi familia como le hablaría de la humanidad a un extraterrestre. Alguien con quien compartir esas reuniones y esos rincones. Alguien que le dijera cosas buenas a mí a mis padres, tios y primos. Alguien que me diera credibilidad. Me gustaría, lo digo en serio, alguien para eso.

No me malentiendas, no me desespera mi soledad y no pretendo que otra persona me dé valor. Lo que quiero es algo de reconocimiento social, una prueba de que si estoy solo durante sus reuniones no es porque no quiera estar con ellos sino porque solo estoy bien.

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